26 de febrero de 2014

Kristina Train - Dark Black

Los discos de ruptura se han multiplicado de tal manera en la historia del pop que ya conforman un subgénero, lleno de obras menores y mayores, de amargas diatribas (recordemos al Dylan de Blood on the Tracks, el propio autor reconoce que es dolor en estado puro) y de dulces adioses (Josh Rouse y su fastuoso The Beast on its Tracks).

En esa misma línea se mueve como pez en el agua este magnífico Dark Black, de la desconocida por mi hasta ahora Kristina Train, americana de nacimiento, afincada en Londres. Un disco de finales de 2012, a caballo entre el R&B modernito y resultón y la obra oscura de un alma torturada. La Train se mueve como pez en el agua trasponiendo estilos, alternando entre las canciones a lo Roy Orbison (Dark Black), mainstream mucho mas genérico pero muy resultón (Lonely Sinner) y acercamientos al Sinatra oscuro (Saturdays Are The Greastest, culmen del album y canción para recordar). Fuera de esta diversidad estilística, son unas letras ocres con olor a abandono las que dotan a la colección de una coherencia total. Casi podemos leer el disco como si de un libro por capítulos se tratase.

Sorpresa es descubrir que Kristina ha tenido a su lado al casi infalible y favorito personal por estos pagos de Ed Harcourt y que ha colaborado con Ron Sexsmith y los NMAS hace no tanto. A lo mejor no es tan blandita como parece, al fin y al cabo. No encontrarás ramalazos guitarreros aquí, pero si magníficas canciones, que de eso se trata.

Un disco magnífico con una voz privilegiada. No solo de rock and roll vive el hombre, así que si tienes una de esas tardes/noches de nostalgia, pincha ese Don't Leave Me Here Alone orbisoniano y sientate a disfrutar.

Al fin y al cabo, quizá vinimos a este mundo a sufrir, pero que sea disfrutándolo.

Escucha Saturdays Are The Greatest

24 de febrero de 2014

23 Febrero 2014

Con el país enredado en la discusión sobre si el programa de Jordi Évole contando una version falsa del 23F fue una tomadura de pelo, un brillante ejemplo de mockumentary (palabro que el 99% de los que se llena la boca con él no conocía hace 24 horas) o una dilapidación pública del buen predicamento con el que cuenta el siempre campechano Jordi, a mi entender se nos escapa algo esencial y que parece que no importe: en realidad, casi nadie tiene ni idea de lo que sucedió aquella noche de 1981.

Un servidor se ha leido practicamente toda la literatura 23F que nos han endosado, desde la Pilar Urbano exhaustiva pero falaz al revisionismo de Jesus Palacio y su dedo acusador al Rey. Y confieso que ese maremagnum de nombres, datos, conversaciones cruzadas y llamadas a media voz no acaba de cimentar en mi cerebro, mas allá del tufo a esperpento de todo el asalto al Congreso a manos de un sargento chusquero venido a teniente coronel.

Ese inefable Tejero, que antes lo imaginamos en un comic de Vazquez que siendo de verdad, incapaz de mas razonamiento coherente que hilar sustantivos con imprecativos para proferir "Arriba España, COÑO" en todas las conversaciones. Un idiota, un tonto útil que montó una sonora chapuza y que apenas sabía lo que estaba haciendo mas allá de salvar el honor de una Patria que ni existía, ni existe, ni existirá por mas que el señor Eduardo Serra se empeñe en debates posteriores.

Sin embargo, seguimos, y sepan ustedes que han pasado 33 años desde entonces (que algunos que llevabamos pantalones cortes aquel día ya peinamos canas), decía que seguimos sin saber a ciencia cierta el papel en todo aquello del simpático Juan Carlos, ese que mató a un hermano por mala fortuna y despues se le puso cara de bueno, ese que abandonó al padre natural (Don Juan) por el padre putativo hijodeputa (Franco), ese mismo que casi 9 horas despues de que Tejero y su recua de espectros del pasado asaltaran el Congreso aparecía contrito en la tele, anunciando a todos que había dado orden de mantener el "orden constitucional". Ole.

No importa que tardes 9 horas en deshojar la margarita y decidir que vas a hacer, lo que nos cuenta la historia patrocinada por Cebrian y El País es que ese rey se hizo carne y bajó entre nosotros y nos salvó de los involucionistas malvados con un simple gesto en la tele. Un milagro catódico singular, con otro personaje misterioso, el salvapatrias Alfonso Armada en el papel estelar de un Judas del siglo XX. Todo muy de llorar y de abrazarse felices una vez que termina. Esa bacanal de televisión, ladrillo y maletines camino de un paraíso fiscal que de nuevo en aras de una reconciliación patriótica hemos dado en llamar Transición.

Y uno, que es muy tonto, se pregunta si no será que al fin y a la postre el Golpe de Estado (el de verdad, no el sainete que ofició un señor bigotudo e inepto vestido de torero en el Congreso) triunfó hasta extremos insospechados. Porque después de ese día tuvimos para siempre un Rey simpático y demócrata, un gobierno intocable alternado entre la derecha (PSOE) y la ultraderecha (PP), una casta financiero/económica de campanillas que ordena y manda desde la sombra, unos nacionalismos que han estado sujetos casi 30 años sin alterar la paz de la sacrosanta e indivisible España  y una prensa pacata y vendida al poder, sujeta siempre a la verdad única de esa Transición modélica a la que se le saltan las costuras por todas partes.

Y sobre todo un pueblo atontando, banal, inculto y aferrado al copeo nocturno, pasota de su presente e ignorante de su futuro, enzarzado en la enésima estupidez de la famosa de turno antes que en mirar mas allá, aun cuando Matrix empieza a desmoronarse alrededor nuestro sin que parezcamos poder evitarlo.
 
Si total, el Rey ya nos salvó a todos hace 33 años. ¿Quien somos nosotros para negarlo?