25 de agosto de 2013

Un Giro del Destino

Repaso en estos días un tomo virtual que contiene todas las entrevistas que el difunto Santiago Carrillo concedió en vida a El Pais. Mas allá de las pasiones y odios que despierta el personaje, es una lectura apasionante y dolorosa que resume mucho de la historia de este país en el siglo XX.

Y en medio de todo ello tropiezo con una coincidencia cuando menos sorprendente, cuando el viejo comunista rememora aquella infausta y vergonzosa noche del 23 de febrero de 1981, en la que solo él, curtido en mil batallas, un ya anciano Gutierrez Mellado, militar de carrera y ministro de Defensa de UCD en aquellos inciertos años y el impávido Adolfo Suarez, acosado a diestra y siniestra en la época, se mantuvieron en pie mientras la barbarie dirigida por un loco llamado Antonio Tejero ametrallaba el techo del Congreso de los Diputados.

Aquella caterva de salvajes de la Guardia Civil trasladaron a los tres personajes al Salón de Relojes del edificio y los aislaron del resto de los diputados. Obligados a permanecer en silencio, transcurrieron larguísimas horas en donde solo podían comunicarse mediante miradas cómplices y compartir unos cuantos cigarrillos. Santiago Carrillo recuerda la certeza de que iban a ser ejecutados en aquella misma sala y se desea una muerta rápida e indolora.

Y es entonces cuando cae en la enorme ironía de que va a morir en defensa de una renqueante democracia al lado de Gutierrez Mellado, uno de los jefes militares que acosó Madrid durante la Guerra Civil, una Madrid que defendía con uñas y dientes Santiago Carrillo. Dos enemigos enfrentados a muerte cuarenta años atrás, esperan ahora juntos a que uno de esos chicos imberbes que apenas saben lo que están haciendo saque la pistola y les descerraje un tiro. Un curioso giro de la historia.

Y yo pienso en la vida y en la muerte y en el curioso curso de los acontecimientos. Y pienso en las personas que cambian, en los tiempos que nos arrastran y en las jugarretas que el destino guarda para nosotros. Y pienso en que quizá este símbolo, dos enemigos naturales a punto de morir juntos, sea la mas melancólica metáfora posible de la propia fragilidad del ser humano. Ignoro que pasaría por las mentes de los dos hombres en tales momentos.

Pero a mi me dieron ganas de abrazar a los dos.

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